martes, 27 de diciembre de 2011

Itinerario


Serpentean
los caminos
con destino inacabado
en el eco invisible
de los trinos
de diciembre.

Estalla
la serena transparencia
inmemorial
en los ingrávidos
castillos
vegetales.

Trepa el sol,
y la luz
por el rotundo y fragoroso sesgo
de los tallos
enlaza con la vida
aún en el ocaso
y la tormenta.

Hélice
evasiva y contundente
se aloja y permanece
en el recuerdo…

Y llega el son
lejano
de una tarde
bajo este mismo cielo,
sin temores,
sin desdenes,
tú y yo
en la alfombra
embalsamada de este parque
que rezuma,
como ayer,
aroma de eucalipto.

Silvia Piccoli

viernes, 23 de diciembre de 2011

De ultramar


Llegaron los baúles de libros y los cuadros, el juego de ajedrez y la caja con tu pipa y tu tabaco, el tonel de vino de Burdeos, tus camisas y zapatos, el espejo francés y la mesa principal, el reloj de pared y tu leontina, tu chaqueta de piel de ante, las botas y los sombreros, tu sillón y el mío, los cortinados, la vajilla y nuestra cama, tu diario y el mapamundi italiano.
Luego vi en el vano de la puerta de la sala tu estampa inconfundible, tus manos que de mí todo lo saben, tu media sonrisa de fauno impenitente y ese destello de tus ojos… Y supe que no eras tú.
Y finalmente llegó el correo, que me dijo que tu cuerpo adorado –el único tesoro que esperaba- duerme ahora en el fondo del Mar Tenebroso, territorio de corales e hipocampos, ya nunca más por mí habitado, en mí ya nunca...
Silvia Piccoli
En Primer Manual de Pequeños Auxilios  (inédito)

martes, 13 de diciembre de 2011

Las calles


caminarlas
con los ojos

desde el sueño
regresado

con los murmullos
anónimos
que se convocan
al atardecer

en la penumbra,
y esos pájaros
pardos
que despiertan
un alma en duda,
entre la migración
y el vuelo
desolado

recorrerlas
desde el cielo
a la farola obnubilada,
sobre la acera
y las baldosas
que conocen todas
las conspiraciones
entre la muerte
y el amor

imaginarlas desiertas,
simples
y sin pena

inocentes
paisaje de aventuras,
sin planos
ni estrategias

descubrirlas
afuera,
más allá
de las piedras
enjabelgadas
(jazmín y menta
y un misterio de luna
insomne…)

ir
por ellas.


sólo ir,
sin ánimo de vuelta.

ir
tras el rastro de un recuerdo desmembrado
del cielo,
o casi…

la idea
de haber estado allí,
tal vez
una vez,
camino de tu casa
una tarde,
una tormenta.

Silvia Piccoli

martes, 6 de diciembre de 2011

El Recordador

He sido maldecido con el don de guardar en mi memoria los recuerdos de todos los individuos de este colectivo innumerable que se llama Humanidad. Las vicisitudes más insignificantes de la existencia de cada ser, célebre o anónimo, han quedado registradas indelebles para mi involuntaria remembranza. Desde aquellos primeros energúmenos sin dioses ni lenguaje, acovachados en la entraña de una cordillera, hasta los desconcertantes seres políglotas y asexuados que vendrán a terminar con lo que quede de la Tierra: todos los recuerdos me pertenecen.


Pero la mía es una doble maldición: una maldición de ida y vuelta. Porque no puedo evocar mis propios recuerdos. Ni siquiera los de ayer, ni los de esta mañana...


Sólo sé que una hechicera sin nombre escribió para mí en este pliego la que será la única certeza de mi vida: que habrá un instante en que la memoria de mí mismo me será revelada de una sola vez, desde mi recuerdo primigenio y primordial.


Y que ése será, también, mi último recuerdo.


Silvia Piccoli - En Primer Manual de Pequeños Auxilios (inédito)

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Contrafáctica

extraños días éstos
en los que todo ocurre de otro modo

ni tus dedos inventan
promesas
ni vuelan tus palabras
desde esa ciudad de mar
y especias,

ni sobreviene la nostalgia
por una improbable caminata

no sueñas ahora con una boca
en el convite de ese vino milenario

no tiemblas esperando
noticias
extraviadas

no miras desde el muro
hacia la playa
que en un idioma ajeno
anuncie que estás lejos
de todo lo que es tuyo,
en intimidad de nada

no te preguntas
por quién lloran sus ojos,
ni te apartas para recordar,
ni olvidas,
ni proclamas

hoy es
la historia que no has sido,
la inimaginada
secuencia intercambiada
de otra vida

hoy fue
lo que nunca ayer,
lo que no quisiste

por cobardía,
o por esa inveterada soledad
encarnizada

fugazmente
registras un adiós,
una mirada triste
en esa ciudad lejana,
una tarde
amarilla y solitaria

y un aroma
ultraterreno
de tiempo y de jazmines,

una calle vacía
sin nombre

una ventana.

vuelves desde un rincón
de ese pasado
que no hicimos

y sin querer hacerme
materia de tu sombra
me encierras en un destino sin mañana

quiero que sea nunca
este último recuerdo,
que acabe la distancia y se anude
a mi lengua
la pregunta

si no fue,
si nunca podrá ser:

por qué,
por qué…

Silvia Piccoli (inédito)

jueves, 17 de noviembre de 2011

... a hierro muere


No moriré en el lecho endoselado en el que he iniciado a las vírgenes adolescentes que me enviaron en ofrenda desde los confines de mi reino.
Ni entre las dunas cobrizas, a cielo abierto y por una herida irreversible en el campo de batalla.
No llevaré las vestiduras opulentas que son propias de mi rango, ni estos símbolos sagrados de la jerarquía que amedrentan a mis adversarios.
No: no moriré entre las blandas complacencias del amor ni entre las fauces de la guerra.
Ese día ha sido marcado ya entre los que vendrán.
Y sé que moriré odiado y perseguido por un puñado de hombres ebrios de ira y sedientos de justicia, empuñando esta inútil cimitarra de oro, aterrado y perdido entre los huesos de mis víctimas incontables, desangrado y solo en un agujero ignoto y hediondo excavado en los alrededores de esta ciudad indolente en la que he nacido.

Silvia Piccoli - En Bestiario contemporáneo. Poemas, mándalas y otros desvaríos (inédito)
Imagen: "El osario", Pablo Picasso

viernes, 28 de octubre de 2011

Circus


Fácil acostumbrarse a las comodidades de esta vida. Sobre todo, haber  resuelto la incertidumbre del sustento diario y sólo tener que asumir, a cambio, un aire de mayestática indiferencia que, por lo demás, está en mi naturaleza.
Sí, muy fácil y por un esfuerzo mínimo.
Pero, una cosa es la necesidad de alimentarme –que antes me proporcionaba, además, el noble placer de perseguir cebras y gacelas por la sabana- y otra muy distinta son los atracones, dos o tres veces por semana,  con lotes de cristianos que se entregan casi en trance en el centro de la arena sólo por dar gusto a un individuo paranoico y megalómano, que delira con ser el bardo más excelso del Imperio mientras sueña un incendio descomunal que reduzca a la nada a esta ciudad perversa y decadente.

Silvia Piccoli
En Primer Manual de Pequeños Auxilios (inédito)