jueves, 31 de marzo de 2011

Premonición del beso (Soneto VII)

Dirá mi voz sus últimas palabras
ante el círculo de fuego de tu boca,
y se irá rodando el miedo hacia la nada
y perderé para siempre la memoria.

Y el sol medirá la luz del mediodía
en el reloj sin prisa de tus brazos,
y el tiempo diluirá su antigua melodía
en el plumaje tenue de los pájaros.

Entonces me dirán tus ojos que has deseado
el improbable instante inconcebible
en que tu boca y la mía se juntaran:

y que el beso entre los labios demorado
es la prenda de sueños imposibles
que se hacen miel desde esta madrugada.

Silvia Piccoli - Noviembre 2010

miércoles, 30 de marzo de 2011

Conjetura del beso


Qué sabrá mi boca de tu boca
si solamente de bruma son tus besos;
si se ahoga de arena y caracolas
en este mar desolado de los sueños.

Qué sabrá tu boca de la mía
si como un lobo atávico y hambriento
muerde besos de amor en mi poesía
y sacrifica mis ansias en su aliento.

Tu boca no conoce de mi boca.
Mas en el círculo inasible del deseo
tus labios y los míos se devoran;

y tu lengua incendiaria que la explora
va dilatando entre los dientes el secreto
de transfundirnos el alma boca a boca.

Silvia Piccoli - Noviembre 2010

sábado, 26 de marzo de 2011

Olvido

                                      
¿Qué es olvido?
Mudar de piel o de memoria
arrancar retazos de recuerdos
emparedar el aire con tu aroma
destilar tu sabor
matar tu ausencia
con la promesa vana
del regreso.

Salvar el instante
de ese ayer
cuando te dije no,
quizás, tal vez
mañana
y que fuera nunca,
para siempre.

No hay olvido.
No existe olvido
en el adiós
ni en el perdón
ni en el tiempo que pase...
nomás un eco desgarrado
de jamás,
eternamente.

Silvia Piccoli - 2010    
                            

martes, 22 de marzo de 2011

Coordenadas

Que coincidir en latitud y 
longitud
no es encuentro.

Tú 
por tu calle
en media sombra,

yo 
por mi verano pleno
madurando en la ventana;

tú 
por tus callejones
de utopía,

yo,
en mi crisálida
ensoñada.

Que la brújula
nunca será el norte
y la vela
jamás abraza todo el viento,

ni el mismo alfabeto es
la palabra,
ni los ojos son igual
a la mirada,

ni la luna 
es la luz,
ni el aliento vital será jamás
el ánima.

Giraremos paralelos en órbitas
concéntricas
por interpósitas galaxias

hasta que el tiempo
acabe
con el orden inmutable
y acontezca la noche
sin mañana:

tú,
planeta de salitre
y de promesas;

yo,
luminiscencia errante
de una estrella inconstelada.

Silvia Piccoli - marzo 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Extemporal

Dónde estaban tus ojos
moros cuando sus ojos
me miraron.

Dónde, tu sangre urgente
cuando me despojaron
sus manos.

Y dónde tu brújula y tu aliento
cuando puso en mi índice
la eternidad en un candado.

Y vienes a mí, ahora, cuando
la soledad se da cita
con mis labios

y murmura por mí que no,
que no es posible
volver el tiempo atrás

y diluir la traición
definitivamente
en un abrazo.

Silvia Piccoli - 2010

miércoles, 9 de marzo de 2011

Definiciones para esperar mi muerte

Puedo cerrar los ojos
lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo estas caras nuevas.

Como si de pronto
los mil lentes de la locura
me trasladaran a un planeta ignorado.

Estoy lleno de voces y de colores
que juraron acompañarme hasta la muerte
como amantes resignadas
al breve paso de mi eternidad.

Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme
sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.

Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.

Sé que mi nombre resonará en oídos queridos
con la perfección de una imagen.

Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
y será sólo un par de palabras sin sentido.

Estoy lleno de voces y de colores.
Unas veces recogidos en el sonambulismo de la marcha.
Otras, inventados tras mi propia soledad.

Con ello se integrará un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.

Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar
evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta;
a los soldados caídos sobre yerbas lejanas;
a los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;
a los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales
y a los desesperados, que entregan el último gesto,
frente al paisaje final e instantáneo de la demencia.

Homero Manzi (1905 - 1951)

miércoles, 2 de marzo de 2011

Transferencia


Lloraba y escribía. Escribía y lloraba. Las gotas saladas se teñían de rojo, de verde, de azul. Tomaban formas curiosas, y a veces se parecían a algo. O a alguien. A su contacto, el pergamino emitía un leve chasquido como rumor de llamas. Y así la noche entera. Cuando llegó al final, con el último trazo se le escapó un suspiro. Sobre su piel, el poema entero. En el pergamino, ni una palabra.

Silvia Piccoli - 2011