viernes, 28 de octubre de 2011

Circus


Fácil acostumbrarse a las comodidades de esta vida. Sobre todo, haber  resuelto la incertidumbre del sustento diario y sólo tener que asumir, a cambio, un aire de mayestática indiferencia que, por lo demás, está en mi naturaleza.
Sí, muy fácil y por un esfuerzo mínimo.
Pero, una cosa es la necesidad de alimentarme –que antes me proporcionaba, además, el noble placer de perseguir cebras y gacelas por la sabana- y otra muy distinta son los atracones, dos o tres veces por semana,  con lotes de cristianos que se entregan casi en trance en el centro de la arena sólo por dar gusto a un individuo paranoico y megalómano, que delira con ser el bardo más excelso del Imperio mientras sueña un incendio descomunal que reduzca a la nada a esta ciudad perversa y decadente.

Silvia Piccoli
En Primer Manual de Pequeños Auxilios (inédito) 

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