miércoles, 26 de septiembre de 2012

Nombres


Hay cosas
que se dicen suavemente
y de soslayo:
la mañana en ciernes
la saeta frágil del ave
la luz inexplicable del lapacho
el pétalo blando bajo la ventana.

Otras cosas
se dicen con recuerdos
e imágenes sepiadas:
una calle muda algún agosto
un cielo apresurado de tormenta
un vaho inasible de jazmines
una lágrima oscura de la Luna.

Pero otras
apenas se mencionan, por no
espantar
la posible
ocurrencia,
la secreta magia tejida
por el ansia:
el borde musgoso de tu boca
el río imaginado entre tus yemas
la greda fragante de tu espalda
el viento musitado con tu aliento
el grito atormentado
a la puerta
de la muerte
luminosa…

Silvia Piccoli – Septiembre 2012 

jueves, 13 de septiembre de 2012

Respuesta a Cummings


                                       “¿Quién habla de besos?” (*)


No.
No es
cansancio.
Es la melancolía por aquello
que apenas
se ha soñado.

Ya sabes:
un verdín de tristeza
cubre todo lo que tanto
tanto
hemos amado

y las nubes son algo más que sombras proyectadas
sobre los almácigos,
y la noche
ese refugio
de inconsciencia
que anticipa el olvido.

No quiero caminar
de tu brazo:
¿para qué?

En cambio
acepto, sí, la Rosa.
Y acaso
asomarme a tu sueño
porque tal vez en el borde nos aguarde una playa
(qué extraño uso
de plurales
impone la utopía:
de no ser por ella
y
yo
seríamos
mundos rodando en
paralelo
hacia confines
imprecisos).

No te confunda
mi tristeza, no.
Tampoco los fragmentos
de esa porcelana
ni las estrellas en mis ojos.

Hace tiempo
los cerrojos ahogan mis secretos,
y no es posible ya
caminar,
o volver,
o demorarnos en caricias ensoñadas.

Dame tu Rosa y vete.

Se ha hecho tarde
para todo,
y la lluvia tiene el color
de la desesperanza.


(*) Miguel Ángel Asturias

Silvia Piccoli - 2012

lunes, 10 de septiembre de 2012

Incasta


Llegó lenta
tu marea nocturna
en la Luna
encrespada.

Lenta y sabia,
tu marea
sabía
de mi arena desnuda,
de mis arrecifes
y mis hondonadas,
de mis anémonas
y mi
madreperla.

Vino
en oscura
música
henchida de presagios

-como una
vela
azul
en plena madrugada-

a mi muelle blando
insaturado
de peces y de algas.

Y fue vaivén
de mar
tu tormenta encontrando
mis bajeles,
tu viento
insuflando mi garganta,
tu beso
de vórtice y naufragio,
y mi abismo
y tu océano,
mi sirena y tu playa…

Silvia Piccoli – 4 julio 2012