Las iniquidades tropiezan entre sí y disputan las migajas.
Ladran perros afuera, los colmillos sedientos y las lenguas secas.
Zumban las balas y agonizan los pájaros sin el viento.
Se estanca helada la lluvia en las alcantarillas.
Venían los Alados con banderas rojas y cantos de esperanza.
Detrás las madres solas y los viejos sabios.
Y enfrente de todos, las manos abiertas y desnudas
una tímida luz que enardecía corazones.
Pero el régimen tejió redes de alianzas aherrojadas
por leguleyos vergonzantes y esbirros sanguinarios.
Y fue a extinguirse la luz debajo de los pliegos
y las madres desolladas en la piel de sus hijos
y los viejos sin respuesta para las sinrazones
y los Alados muertos, pero jamás vencidos.
Silvia Piccoli – Mayo de 2014
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